lunes, 3 de abril de 2017

Ser macho, ¿un problema de salud?



Por Lisandra Chaveco Valdés


Dayron tiene 19 años. Al igual que muchos jóvenes de su edad, acostumbra frecuentar centros nocturnos. Sin embargo, su intención va más allá de bailar y distraerse. . . “En cuanto llego al lugar comienzo a tantear el terreno para ver cuentas chicas me puedo llevar al agua antes de que acabe la noche”.

Como la de este capitalino, la historia se repite a lo largo y ancho del país. Desde edades tempranas determinadas experiencias sexuales se convierten en una práctica obligatoria para legitimarse como hombres dentro del estereotipo dominante.

Naturalizadas como recursos para demostrar superioridad, obtener privilegios y el reconocimiento de varones y mujeres, cada vez con más frecuencia la promiscuidad, el uso de aditamentos en el falo y las relaciones sexuales desprotegidas acumulan ratings entre las prácticas masculinas contemporáneas, sin reparar en las consecuencias para la salud.

Según Enmanuel George, coordinador de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (Riam), la sexualidad es un componente fundamental en la conformación de la actitud social de los hombres. Su opinión, conocimiento o “desenvolvimiento” en este tema es siempre una referencia con la que la sociedad categoriza en menor o mayor medida su masculinidad.

“Ya te hiciste hombre”, suele ser una expresión frecuente en charlas amistosas para referirse al estatus del joven después del primer coito. El festejo del inicio de la vida sexual o la presión para que lo haga (al margen de sus propias expectativas, demandas y deseos), conlleva a asumir la práctica sexual, erróneamente, como una obligación social masculina.

“Tales preceptos, son los que llevan a algunos estar siempre “listos para el sexo”, sin importar si es con condón o sin él, e incluso a desarrollar inventivas como perlas en el pene o consumir viagras para estar al nivel de las expectativas del grupo social de pertenencia”, subrayó el investigador.

Considerada “un talismán” sexual en algunos ambientes masculinos cubanos, la llamada “perla” no es más que una o varias pequeñas bolas de acrílico que se introducen a presión en el falo mediante una microcirugía casera, lo cual implica no pocos riesgos, advirtió George.

Como resultado de estas creencias, legitimadas desde la colectividad, no se percibe el riesgo que implica contraer enfermedades de transmisión sexual mediante relaciones desprotegidas, con más de una pareja, y mucho menos, la alta probabilidad de padecer de infecciones en el pene, quistes, llagas, amputaciones parciales o totales, así como problemas cardíacos o de presión arterial, tras lucir un falo “perlado”, apuntó el joven historiador.

El machismo es una ideología que afecta tanto a hombres como mujeres, limitando actitudes, imponiendo cánones y cercenando la libertad y capacidad individual de cada ser humano para elegirse de un modo grato y justo para sí mismo y su entorno social.

Para el integrante de la Riam, los mitos que rondan la sexualidad masculina requieren transformaciones urgentes, no solo para evitar los peligros que acechan en esos encuentros sexuales sin garantías, sino para que los propios varones disfruten de una sexualidad más segura y enriquecedora.

“Históricamente la sociedad ha exigido a hombres y mujeres actuar y ser de formas totalmente diferentes entre sí. Por tanto, no se trata de actitudes naturales, sino aprendidas, lo que demuestra que el cambio es posible".

Atrapados entre calificaciones y descalificaciones, grandes y chicos pierden de vista como reniegan de la propia subjetividad, pierden la habilidad de crecer como personas y no perciben que existen muchas maneras de ser hombre.

“Debemos dejar seguir patrones establecidos y adoptar características y cualidades que nos produzcan satisfacción y bienestar, de acuerdo con los valores que componen nuestra identidad,”, aconsejó el investigador a las y los lectores.

Tomado de: http://www.mujeres.co.cu/art.php?NDM4OA==

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